Quiero abordar hoy un asunto que será sin duda del interés de muchos de ustedes, que no en vano gustan de pasar su tiempo correteando por salas de chat de contenido sexual. Empezaré por confesar que yo mismo comencé muy pronto a practicar el cibersexo. Como ya he contado en anteriores entregas, soy psicólogo, pero antes de serlo quise ser escritor. Un escritor profundo y solemne, de esos que descifran el sentido de la vida en cada párrafo. Como escribiendo en mi lengua materna, el catalán, sólo me salían chorradas, interpreté que la culpa la tenía el idioma y no mis limitaciones naturales, de modo que hice un intento por expresarme en castellano. Mal asunto: mi dominio del idioma español era más que suficiente para desenvolverme con soltura en la vida diaria, pero no para abordar con propiedad las nobles ideas y los graves asuntos que yo tenía en mente. Decidí leer mucho y estudiar más, y no me conformé con eso. Haría también trabajo de campo. Sí. Estaba dispuesto a explorar todos los resquicios de la lengua española, desde los registros más elevados a las expresiones más barriobajeras.

Me llevó hasta el cibersexo, pues, un prurito puramente académico. Me encontraba por entonces enfrascado en un sesudo análisis sobre los distintos usos del castellano más vulgar en la península y me pareció que en este tipo de salas podría encontrar giros expresivos propios del medio dignos de mi atención. De modo que buceé en la red hasta encontrar una sala cuyo nombre, Infieles Calentorros, me pareció prometedor. Inmediatamente caí en la cuenta de que, para entrar allí, necesitaba un apodo adaptado al medio, y tras mucho meditar me decidí por Jovencito enhiesto, que consideré elegante a la par que sugerente. Saludé a la concurrencia e inmediatamente fui asaltado por una contertulia, de nick Mamita rica, que pareció proporcionarme ya en su saludo la primera oportunidad para estudiar la cuestión: ay papito exitame, dame tu lindo vergón y hasme gosar. Desconcertado por tan espontáneo entusiasmo y por la evidencia de que, aun hablando español, se trataba de una dama extranjera ajena por tanto al objeto de mi estudio, improvisé desde los escasas nociones que manejo de la lengua popular latinoamericana una escueta respuesta: asúcar con tu pollera colorá, contesté sin vacilar esperando epatarla.

No volví a saber de ella, de modo que me fijé en el resto de contertulias con la intención de encontrar esta vez a una compatriota que me proporcionase los giros coloquiales que estaba buscando. El nick Guarra compostelana me pareció inequívoco, de modo que me dirigí a ella intuyendo, tras el episodio anterior, que debía hacerlo de un modo directo y sin medias tintas: abre, cordera, las piernas, que vengo a clavártela entera, fue mi saludo. Ella contestó aún más escuetamente: mmm. Interpreté que la sucesión de emes era una invitación a continuar, de modo que proseguí desgranando todo tipo de propuestas y afirmaciones obscenas, a cual más rotunda, no logrando de ella más respuesta que la consabida cadena de emes, eso sí, cada vez más larga, muestra inequívoca tanto de su creciente excitación como de sus limitadas capacidades expresivas. Sólo cuando, al borde de la desesperación por la falta de resultados, le propuse introducirle un martillo neumático por el recto, conseguí un ohhhhhh que me hizo concebir falsamente la esperanza de que modificase su actitud.

Desalentado por este fracaso sin paliativos en mi búsqueda de originalidades lingüísticas, estaba a punto de abandonar la sala cuando una nueva contertulia, de mote Dulcinea sofocada, me abordó con las siguientes palabras: buenas noches, caballero. Respondí a su saludo con un hola, guarra que juzgué procedente, pero ella me afeó el comportamiento invocando las teorías de Thorndike y otros precursores del neoconductismo acerca de la conexión de las respuestas específicas a estímulos específicos. Tras una larga discusión centrada fundamentalmente en nuestras distintas visiones sobre las hipótesis de Skinner en torno al condicionamiento operante y la extinción de la contingencia, recordé la razón que me había llevado hasta allí y llegué a la conclusión de que esta conversación, por lo demás muy interesante, no aportaba nada al objeto de mi estudio, de modo que me despedí amablemente de ella.

A punto de abandonar definitivamente, me fijé en una nueva contertulia, Susanita, que nada más entrar en la sala solicitó en abierto un hombre que le hiciese compañía. La abordé en la línea privada y, tras una breve conversación introductoria en la que nos describimos mutuamente, me espetó: kieres ke te la koma? Esta vez me pareció que la charla podía brindarme frutos del tipo de los que estaba buscando, de modo que acepté al tiempo que tomaba papel y pluma para ir anotando todo lo que en sus expresiones me pareciese relevante. A continuación, Susanita inició una detallada y sofisticada descripción del modo en que su boca saludaría a mis genitales, usando multitud de locuciones, detalles y modismos utilísimos para mi estudio que me provocaron un gran entusiasmo académico, además de una erección tan notable y persistente que, enfrascado como estaba en teclear cadenas de emes con una mano, pronto me quedé sin la otra para anotar mis descubrimientos, de modo que también esta vez la aventura se saldó con una libreta casi vacía de anotaciones, a excepción de las involuntarias que aterrizaron allí en honor de Susanita. El final de la conversación, por lo demás, fue un tanto abrupto, ya que cuando le confesé que había terminado por hacerle los honores desde mi imaginación y mi mano derecha, ella me preguntó melifluamente: t as korrido, amor? Se lo confirmé cariñosamente y Susanita escribió entonces una frase que me mantuvo meditabundo durante varios días: pues date la buelta kabrón, que vas a saber lo que es una buena poya.

Estuve mucho tiempo sin chatear después de esto. De mis posteriores experiencias cibersexuales les hablaré en próximas entregas, al igual que del proceso por el que acabé asumiendo mis limitaciones y renunciando a mis sueños para volver a escribir chorradas. Eso sí, ahora en castellano.

Un saludo. Albert.

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