Mentre a dalt de la ciutat la fletxa cremant viatjava cap al pebeter, a baix, en un banc dels Jardins de Vil·la Amèlia, jo ficava la meva mà per sota d’un sostenidor per primera vegada.
Así lo grabé literalmente en las cintas en su momento y así me gusta seguir recordándolo, aunque es cierto que la frase describe una verdad a medias, porque no tiene en cuenta los sujetadores de mi hermana, porque quizá solo fue un dedo lo que entró bajo el sostén de la Dolors y porque tal vez el momento no coincidió exactamente con el flechazo, pero siempre me he negado a que los matices me estropeen el recuerdo redondo. Un mes después, ella me regaló para mi quince cumpleaños una camisa de manga corta -“a joc amb el teus ulls”– que todavía conservo, y un poco más tarde, cuando los cumplió ella, ahorré para comprarle el Nevermind, que recibió con una sonrisa desconcertada porque no conocía al grupo, aunque me abrazó muy fuerte con los ojos húmedos antes de meterlo en el bolso sin desprecintar siquiera el disco. Me gustaría saber si ella también lo tiene aún. Sé donde vive y donde trabaja, tengo el teléfono de su casa, pero he preferido no contarle por el momento que iba a relatar en un blog nuestra pequeña historia. “Lo nuestro”, así llamó ella siempre, sin que yo encontrarse la manera de decirle que no lo repitiese porque me parecía cursi, a la relación que mantuvimos durante más de un año, desde ese 25 de julio del 92 hasta el final del verano del 93. La vi hace cinco años, esperando un taxi en la Travessera de les Corts, después de más de diez sin saber uno del otro, y entonces se puso tan nerviosa cuando me acerqué para saludarla que le temblaban las manos y la voz mientras trataba de sacar un cigarro de la pitillera. Albert, quina sorpresa! M’havien dit que vius a Madrid. Aún estaba soltera, pero sé que se casó hace menos de un año. Leer Más