
Si un hombre quiere ir a Nueva York, llegará allí a menos que algo o alguien se lo impida. Leí esa frase en uno de los muchos manuales para aspirantes a guionista que devoré cuando descarté hacerme famoso por medio de la fotografía y el vídeo y decidí que escribir películas era un modo más sencillo y gratificante para ganarse la vida. Como ya les he contado en alguna ocasión, mis pequeñas dificultades con el castellano durante mi más tierna juventud me hacían invariablemente decantarme por mi idioma materno a la hora de escribir. Mi hermano Carles me acabó convenciendo con su habitual pragmatismo: qui collons va a voler a Hollywood un guió escrit en català? Medité sobre ello y terminé por decidir que Carles tenía razón, que no sólo en Los Ángeles, sino probablemente tampoco en Madrid lograría triunfar como guionista. Sé que existen los traductores, pero cuestan dinero y además la excusa me venía de perlas para ocultarme a mí mismo mi falta de talento. Sigue leyendo